Eva Perón, única e irrepetible
Así como supo ganarse el cariño de sus “descamisados” centrando su atención en los males sociales –como puede leerse en mi artículo sobre su nacimiento en la edición del pasado 7 de mayo–, la señora Eva Duarte de Perón supo ganarse el rechazo de las directivas de la oligárquica Sociedad de Beneficencia. Por su origen popular, por haber sido actriz y por su fidelidad a los trabajadores organizados en el peronismo, le negaron la presidencia de la Comisión Directiva de esa institución, poniendo como excusa su juventud; de los partidos políticos opositores por la ausencia de libertades en el funcionamiento de las instituciones republicanas; y de la Iglesia al decir, por ejemplo, que “el estómago de los pobres no se llenaba yendo a orar y comulgar a las iglesias”; y también de los militares, quienes la obligaron a renunciar a la candidatura a la vicepresidencia de la Nación, temerosos de que en caso de muerte de su esposo, ella pasara a ocupar el cargo de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Esas actitudes no le fueron perdonadas, y los llamados “contreras” llegaron a escribir: “Viva el cáncer”, en alusión al cáncer de útero que padecía “esa yegua vestida de señora”, como solían llamarla los dirigentes de la oposición. Evita recibe numerosos homenajes; en el Cabildo Abierto del Justicialismo del 22 de agosto de 1951 comunica su renuncia a la vicepresidencia de la Nación; el 28 de septiembre el Ejército, la Marina y la Aeronáutica, bajo el mando del general retirado Benjamín Menéndez, intentan derrocar al presidente Perón; el 11 de noviembre más de 3.500.000 mujeres votan por primera vez en el país; el 1° de mayo de 1952, una Evita “llagada, lacerada por intensos dolores”, da lo que sería el último discurso ante el pueblo, del cual extraigo los siguientes párrafos .