Día de la independencia
Días agitados vive un grupo de hombres en julio de 1816 que hoy calles de ciudades y efemérides rescatan saludablemente del olvido: Darregueira, Sánchez de Bustamante, Malabia, Columbres, Serrano, Castro Barros, Thames, Maza, Medrano, Pacheco de Melo, Godoy Cruz, Sánchez de Loria, Santa María de Oro, Boedo, Laprida, entre otros diputados. Las voces y las proclamas atraviesan las paredes, hay mucho por defender en el suelo donde se nació. El entusiasmo los sostiene, a pesar de que algunos amigos, familiares y colegas prefieren quedarse al margen. Allá ellos, dicen, un poco de los labios para afuera, sobre todo cuando los roza el desánimo de la mano de un presente que es confuso, como siempre. La independencia de España es una palabra que deja de ocultarse, ya es una pública confesión. Felizmente, llegaron a forjarla y a saludarla mediante gritos, aplausos, brindis, juramentos, y hasta baile con orquesta y elección de la reina de la fiesta en la ciudad de Tucumán, “ni linda ni fea, pobre” de siete mil habitantes, cuatro iglesias, un cabildo, y calles “polvorientas sin aceras”. Luego, con el correr del tiempo, las realidades quebraron las intenciones más agraciadas. Será recién después de medio siglo de guerras civiles espantosas por la disputa del poder, que los datos recogidos por los primeros censos nacionales (1869, 1895 y 1914) constituyen una buena fotografía para mostrar a la Argentina en el centenario de su independencia frente al imperio español.
El país tiene una de las tasas de crecimiento económico más altas del mundo como consecuencia del desarrollo de la ganadería y la agricultura, el crecimiento de las exportaciones y la oleada inmigratoria proveniente de Europa, que instala a nuestro país en el mercado mundial como abastecedor de alimentos. Somos el primer país destinatario de capitales británicos destinados a infraestructura, comunicaciones y transportes. Se atrae inmigrantes como ningún otro país, a tal punto que se piensa una población de 100 millones de habitantes para los próximos 100 años. Hay políticas para construir la ciudadanía política a través del sufragio masculino, secreto y obligatorio. Se combate el analfabetismo a través de la educación primaria declarada gratuita, laica y obligatoria. No es que todo anduviera bien. El proceso modernizador tiene un costado desagradable en la falta de competitividad de la naciente industria nacional, la notable superioridad económica del Litoral respecto de las otras regiones en cuanto a inmigrantes e inversiones de capitales para obras públicas, el malestar xenófobo, la ausencia de federalismo y de ciudadanía fiscal, el enfrentamiento entre católicos y liberales, la represión gubernamental, el predominio de los valores del cosmopolitismo en una Argentina criolla, indígena y mestiza, los reclamos del movimiento obrero, que no obstante, logra la sanción de reformas legislativas que mejoran las condiciones de vida de los trabajadores en la Capital Federal, no así en el resto del país, como en Tucumán, donde prevalecen los intereses de los dueños de los ingenios. La llegada al poder del radicalismo establece una nueva relación entre la élite política y los sectores populares, la cual será interrumpida por el golpe militar de 1930 y su política de fraude y represión. En la década del 40, la empresa estatal YPF y otras afines son creadas para explotar recursos estratégicos esenciales para el desarrollo del país, afianzándose el Estado mediante una red de comunicaciones que hiciera posible la integración y ocupación del vasto territorio. A lo que debe agregarse la incorporación de nuevos y amplios sectores sociales a la sociedad del consumo y de millones de mujeres al voto para la elección de sus gobernantes a principios de la siguiente década.