Delfina Pignatiello, la abanderada estelar de los Panamericanos

La figura de la delegación nacional, tricampeona en la capital peruana, portó la bandera celeste y blanca en la ceremonia de clausura.

Suspira hondo y largo, como antes de tirarse al agua. Está a punto de salir a desfilar, pero la cámara no la intimida. Avanza a paso firme, con una sonrisa, como cada vez que salió del natatorio durante esta semana. Hace flamear la bandera argentina con la energía de una adolescente. Le habían preguntado si le gustaría ser la abanderada de la delegación nacional y no había dudado en responder que sí. Y ahora le pone el broche de oro a un campeonato soñado.

En sus primeros Juegos Panamericanos, Delfina Pignatiello se llevó tres medallas doradas y logró lo que ninguna nadadora había conseguido: ser campeona simultánea de tres distancias en el estilo libre. Desde abril, tiene el boleto asegurado a Tokio 2020 para cumplir su sueño de ser olímpica y con chances ciertas de llegar a alguna final, sobre todo en los 1.500 metros. Y en la noche del domingo, fue la cara argentina en la ceremonia de clausura de Lima 2019. Pequeño detalle: tiene apenas 19 años.

Aunque la sonrisa parece indeleble, la abanderada argentina viene de atravesar unas semanas duras por el cambio de entrenador. Hace tres meses que trabaja con Gustavo Roldán, el head coach del seleccionado de natación, después separarse de Juan Carlos “Gallego” Martin, quien identificó su talento y moldeó ese diamante en bruto cuando todavía era una niña. Según le contó su entorno a Clarín, a Delfi le costó acomodarse y no se estaba entrenando bien.

Es que hubo una renovación de su programa de preparación: se buscó velocidad y acondicionamiento físico para que no vuelva a tener lesiones, luego de que en Buenos Aires 2018 atravesara molestias en un hombro.

 

La nueva relación con Roldán afianzó también su vínculo con el seleccionado que vino a Lima, ya que desde que está con él comenzó a entrenarse con Virginia Bardach y Macarena Ceballos en Villa Ballester. Esa unión se notó en cada una de las postas que se corrieron en la VIDENA, con su participación dentro de la pileta o fuera de ella, alentando en la tribuna.

Aunque cuenta con un equipo de trabajo que incluye un médico deportólogo, una nutricionista, un psicólogo deportivo, un preparador físico, un asistente de preparación física y el cuerpo técnico de piscina del club, quizá por su edad todavía le falta aprender a manejar la presión mediática, que en estos Juegos sintió de forma masiva por primera vez. Por caso, cada vez que tuvo que ir a la zona mixta, se encontró con alrededor de 40 periodistas.

Su debut panamericano fue en una prueba que no es su fuerte (los 400 libre) y le representó una presión a la que no está aún acostumbrada. Por eso, cuando dijo que no había venido a buscar marcas sino medallas, algunos la malinterpretaron. En realidad, esa declaración tenía una explicación: los tiempos ya los tiene.

Hace dos meses, en el circuito Mare Nostrum, había quebrado los récords sudamericanos de las distancias más largas: 8m24s33 en 800 y 15m51s68 en 1.500 libre. En cambio, darle medallas al país era lo que la motivaba, como en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires, de donde se llevó dos plateadas.

Sin embargo, estuvo a punto de no competir en su prueba predilecta en Lima. Unas líneas de fiebre aparecieron en la noche del viernes. Y la sanisidrense analizó no presentarse. Incluso, sorprendió a sus padres con una videollamada en la mañana previa a la competencia, algo que nunca hace cuando está en un torneo. Pero necesitaba un poco de amor, de contención familiar, de saber que cualquier decisión que tomara iba a ser la correcta.

“Estaba muy cansada. La pasó muy mal. Yo en realidad estoy feliz porque la vi salir por esa puerta. Pensé que no la iba a nadar. Ella no quería. Pero le puso el corazón, sabiendo que era lo último y que su objetivo hoy por hoy era cumplirle al equipo y a la Selección y brindarle al país una medalla más”, confesó Paula, su mamá, desde la platea del Centro Acuático de la VIDENA que ocupó toda la semana y donde su hija brilló tres noches.

A Pignatiello, su despedida de los Juegos Panamericanos no le representó una carrera sencilla. La chilena Kristel Kobrich Schimpl, de 34 años y especialista en esta distancia, no se la hizo fácil y le peleó la prueba hasta los últimos 100 metros, cuando -entonces sí- la argentina sacó la ventaja necesaria para asegurarse la medalla de oro.

En Lima, Delfina Pignatiello fue dorada. Tres veces. “Ojalá le sirva al país. Delfi hará su camino, pero ojalá sirva para que muchos otros sepan que se puede. Y para que los atletas puedan seguir adelante y los apoyen”, expresa Paula sobre los tres títulos panamericanos de su hija.

No hay dudas: Pignatiello es el espejo donde mirarse. Por eso la bandera argentina estuvo en buenas manos en el cierre de unos Juegos Panamericanos para ella y para el deporte nacional.