“A mí lo que me salvó fue Ni Una Menos”
María Cavallaro fue golpeada brutalmente durante 18 años. El movimiento colectivo la ayudó a escapar de la violencia machista y ahora ella tiende sus brazos solidariamente.
María Cavallaro usa flequillo. Lo usa, dice, para tapar las marcas de la violencia inscriptas en su frente. Las otras, las del espíritu, las fue sanando. Lo que la salvó, dice María, fue el Ni Una Menos, el movimiento que surgió hace cinco años como grito colectivo, de hartazgo, contra los femicidios, pero que expandió su reclamo, entretejiendo redes de mujeres y disidencias, para denunciar y poner en evidencia las desigualdades que históricamente han marcado nuestras vidas. A partir de las marchas de Ni Una Menos, en la pequeña localidad de Lago Puelo, donde vive María, en ese rincón del noroeste de Chubut, casi en el límite con Río Negro –a 14 kilómetros de El Bolsón– esta mujer de 50 años, pudo cortar la historia de violencia que arrastraba, pudo identificar que el maltrato no había sido solo físico –también económico y emocional— y ser otra. Desde el 11 de diciembre, con el nuevo gobierno municipal, fue designada coordinadora del servicio local de asistencia a víctimas de violencia de género. Ahora es ella quien acompaña a otras mujeres a salir del círculo de la violencia. Una historia que condensa la de tantas otras cuyas vidas ya no fueron las mismas después del 3 de junio de 2015.
–Ni Una Menos me salvó –dice María, desde su casa, en la subida al cerro Radal, a 11 kilómetros del pueblo. El día amaneció frío, apenas 1 grado, pero con algo de sol entre nubes grises y blancas. Desde la puerta, a lo lejos, María puede ver el Cerro Piltriquitrón sobre la cordillera. La salvó a ella y a muchas más. Aunque los femicidios no bajaron: se siguen registrando con la misma frecuencia que en 2015: uno cada 30 horas, según los registros del Observatorio “Ahora que si nos ven”. Hubo 1450 en los últimos cinco años.